Desde que apareció Wikipedia, se terminaron las discusiones en la casa de mi abuela. Cualquier mínimo esbozo de polémica nace y muere en un lapso de unos pocos segundos: ¿ hace cuántos años apareció el homo sapiens en la Tierra? “Buscalo en Wikipedia”. ¿En qué año murió Frank Sinatra? “¿Qué dice Wikipedia?”. ¿Cuál es la cantidad de islas que componen las Maldivas? “A ver, fijate en Wikipedia”. Es una sensación rara: saber la respuesta final me resulta mucho menos interesante que pasar toda una tarde esbozando posibles soluciones incomprobables… Por no hablar de la humillación profunda a la que puede llevar el arriesgarse a una corazonada. Como cuando mi primo, en el citado caso del enigma del homo sapiens, aseguró muy resuelto que “como mucho, son 60 mil años”, y la respuesta online lo defenestró.
Por lo demás, no se puede negar que Wikipedia es una herramienta maravillosa, o capaz debería decir milagrosa. ¿Cómo explicar si no que casi 100 personas se hayan reunido en esta soleada mañana de agosto en el hall del Teatro Colón, con el mero objetivo de donar su tiempo a investigar acerca de nuestra gran casa de la ópera y volcar esos conocimientos en la enciclopedia virtual? “Wikipedia es la colección de conocimiento más grande que produjo el hombre en toda la historia. Hoy, el desafío es salir de la lógica que dice que solo los wikipedistas pueden escribir un artículo. Cualquiera puede hacerlo, y para estamos hoy, tanto expertos como quienes van a participar por primera vez. Para desbloquear el conocimiento que hay en este legendario teatro y llevarlo a una plataforma digital, de manera colaborativa. Trabajando en equipo”. Así nos da la bienvenida Galileo Vidoni, el joven director de Wikimedia Argentina.
Yo soy una de las novatas. De esas que usó Wikipedia infinidad de veces, con infinidad de propósitos. Pero que, hasta ahora, no había hecho nada para demostrarle a la plataforma algo de la gratitud. Y es que detrás de la pantalla hay personas, de carne y hueso, haciendo un trabajo colosal. Esta obviedad se hace evidente y palpable hoy, acá, en la editatón que Wikimedia Argentina y el Laboratorio de Gobierno del Ministerio de Modernización del Gobierno de la Ciudad organizaron junto al Teatro Colón.
Manos a la obra
Se trata, como se infiere de su nombre, de una maratón de siete horas en la que los voluntarios intentaremos reescribir y editar el actual artículo de Wikipedia acerca del teatro, nutriéndolo de más y mejor información. Para eso, nada como sentar campamento en el mismísimo espacio sobre el cual centraremos nuestra tarea, para poder recorrer sus recovecos, hablar con especialistas y consultar su bibliografía. La “sala de redacción” asignada no podría ser más idílica: el famoso Salón Dorado nos recibe con 15 mesas dispuestas a lo largo del espacio, a la luz de sus magníficas arañas y de los rayos del sol que se cuelan por los vitrales exquisitos de Gaudin.
El grupo es por demás heterogéneo. Hay docentes y académicos (se los reconoce por sus anteojos de marco tradicional, por sus anotaciones en soportes analógicos como blocks o cuadernos, por sus intervenciones precisas y bien formuladas); hay estudiantes de diseño, moda y arquitectura (con sus laptops y tablets y celulares y cámaras de fotos profesionales pero, sobre todo, con sus peinados y tinturas extravagantes); hay geeks de la generación perdida (esa que no es X pero tampoco es Y); y también hay alguna que otra pareja de quién sabe cuántas décadas acumuladas, quienes empiezan todas sus intervenciones con “Es que cuando yo visité el teatro con la escuela…” y luego describen situaciones y escenas que en mi cabeza siempre se proyectan en sepia.
Luego de las presentaciones de rigor por parte de las autoridades de la ciudad y del Colón, empieza oficialmente la editatón. Nuestra primera misión consiste en participar de una visita guiada tradicional, en la que tenemos el privilegio de ver una primicia en la sala: la escenografía ya dispuesta para el estreno de la ópera del domingo. Mi mirada se pierde en ese paisaje de formas griegas y paisajes verdes hecho de madera, cartón y pintura, pero que gracias a la magia del escenario, del telón y sus luces cobra vida.
De vuelta en el Salón Dorado, Galileo y un grupo de wikipedistas (casi todos jóvenes profesionales pisando o pasando los 30) nos preguntan a cada uno de los voluntarios sobre qué temas nos gustaría indagar – para eso, es importante haber leído previamente el artículo actual, de modo que podamos identificar puntos flojos u omisiones importantes.
Acto seguido, organizan las mesas según categorías: la seis, por ejemplo, se encargará de profundizar sobre la arquitectura y el mobiliario; la siete, de abrir una nueva sección acerca de los talleres y oficios que se desarrollan en el subsuelo del teatro; más allá, en la número 10, estarán los fotógrafos compartiendo imágenes tomadas durante la jornada, y la 12 tendrá a su cargo la investigación sobre el Centro de Experimentación Contemporáneo.
Un trabajo caótico
Yo divido fuerzas entre dos tareas: por un lado, ampliar los párrafos dedicados a la cúpula y la araña de la sala; por otro, ayudar a Jean, un estudiante francés de ingeniería que llegó a Buenos Aires hace dos semanas y se va a quedar seis meses en un intercambio con la UBA. Su tarea será clave: traducir la mayor cantidad de información posible, para nutrir a la floja versión en francés que ahora está online.
Comienza la acción. De repente, el caos reina el regio salón. Acá y allá pasan los fotógrafos con sus click click flash, llegan también algunos grosos del teatro y otros personajes ligados a su historia, para compartirnos su sabiduría y sus anécdotas personales, a quienes escuchamos como discípulos embelesados. De esas charlas voy a aprender, por ejemplo, que los magníficos vuelos de los bailarines en el escenario, tras bambalinas se denominan cariñosamente “tramoyas”, y me enternece sobre todo el testimonio de Amalia Pellizzari de Hermitte, la nieta del dueño de la constructora que se encargó de erigir el Colón: “Me duele un poco pero, a esta altura, creo que soy historia”, dice entre divertida y emocionada. Y mientras muestra a todos el libro que escribió y que contiene fotos que son un tesoro para los arqueólogos del pasado, revela que su papá, quien en el momento de la construcción no tenía más de diez años, jugaba a la pelota sobre los primeros trazados del foyer.
Tres de la tarde. Ya pasó la mitad de la jornada y, de repente, el grupo entero entra en un estado de concentración profundo. Decido bajar a la biblioteca para conseguir algún que otro dato extra. Luego regreso al Salón Dorado. Paso entre grupos de turistas que participan de las visitas guiadas (ya perdí la cuenta de cuántos pasaron ya, podría decir que fueron cientos) y no puedo evitar mirarlos con una pizca de pena. Es que yo ya me siento como en casa: subo y bajo las escaleras sin pedir permiso, ya no tengo que preguntar dónde queda el baño y saludo con una sonrisa a los guardias. Como un visitante normal, no tendría más que 30 minutos para disfrutar de este edificio espléndido; en cambio, hoy tuve el privilegio de vivirlo y sentirlo como mío…
Poco antes de las 17, subo mis humildes cuatro párrafos al artículo principal. Leo también con asombro los nuevos, variados y extensos aportes de mis compañeros. ¿Pero Wikipedia no es eso: un organismo vivo, en constante reproducción? Ahora, quedará en manos de los editores más expertos revisar nuestro trabajo y decidir qué queda, qué se elimina y qué se modifica. Por hoy, la labor está terminada.
Giselle Bordoy, Communication manager, Wikimedia Argentina
Delfina Krüsermann, La Nacion
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